Hoy quiero escribir de los límites,
en esto de decir NO para decir SI. Tengo la impresión que tiene mala prensa la
palabra límite o que se la relaciona con algo rígido y autoritario sin embargo
pienso que también produce dimensiones, estructura, organiza, sitúa,
identifica, aclara, discrimina, habilita. Da sentido a lo que sucede por dentro
y a lo que queda por fuera.
Es común en los talleres de teatro
espontáneo que a partir de una regla, condición o límite lo primero que surja
sea poner en cuestión esa regla o pretender que no está, y esta situación nos
permite comprender que el sujeto se está tomando tiempo para adentrarse en el
territorio que funda ese límite. Imaginemos que el límite es una puerta que
está puesta en la mitad del espacio dramático y que el sujeto en esa demora protesta
por la puerta, por el marco, por el color del marco, que todo es arbitrario y
obstaculiza, que no debería estar ahí porque molesta, incomoda, quita libertad.
El sujeto se resiste a pasar por la puerta y si bien por fuera de esa puerta
quedan muchas cosas, adentro se crean mundos posibles.
Un ejemplo sencillo es proponer un
ejercicio en el que la persona únicamente pueda mover un brazo y busque
transmitir distintas emociones que se le van pidiendo. Este límite (no se puede
mover ninguna parte del cuerpo salvo un brazo) propone a la persona que
investigue y experimente las múltiples posibilidades expresivas que tiene con
un solo elemento. Seguramente, habrá quienes protesten y estén todo el
ejercicio pensando “yo lo haría mucho
mejor si pudiera mover los dos brazos, o los ojos también, o si pudiera decir
algo, etc” y habrá otros que se irán metiendo en los distintos mundos que se
crean al trabajar con esa condición. Después de explorar esas posibilidades se
levanta el límite y el cuerpo cobra otras dimensiones, se amplifica, toma otro peso,
otros colores y cualidades que hasta antes del ejercicio estaban sumidas en un
cúmulo de automatismos.
Un autor, especialista en
improvisación, dice “a veces maldecimos
los límites pero sin ellos el arte es imposible” (Stephen Nachmanovitch,
2004 pág. 100). Esta afirmación grafica lo central que son los límites para el
trabajo creativo. Llevado al teatro espontáneo hay muchas reglas que están
operando para que la espontaneidad nos conmueva. Esas reglas en general son
invisibles a los ojos del que recién llega o del que mira desde afuera. No se
ven a simple vista y sin embargo son los que permiten que la magia se produzca.
Publicado en El Semejante / Febrero 2013
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