jueves, 4 de julio de 2013

Función de Teatro Espontáneo


Este viernes fui invitada por el Grupo Resonancias a participar de la función como actriz. 
Estoy muy contenta y agradecida. 
Están todos invitados!!!!
Los esperamos

Devenir Narrador

En el teatro espontáneo hay una silla vacía destinada a cualquier persona que desee contar alguna experiencia, se llama la silla del narrador.
Es un lugar clave que no pasa desapercibido… provoca todo tipo de sensaciones, tanto a los que se sientan ahí como a los que no desean hacerlo. Para muchos, ese asiento, es visto como una oportunidad llena de desafíos, que estimula y transforma. Para otros, sin embargo, es un lugar temible de mucha exposición y parece mejor negocio evitarlo que lanzarse al vértigo de encontrar las palabras a ser compartidas. De alguna manera es el que hace funcionar la máquina teatral porque quien ocupe ese lugar propondrá un texto, aportará un guión que generará escenas, imágenes, representaciones. Entonces se puede decir que primero y antes que nada es una máquina habladora, produce relatos, alguien se sienta y habla, cuenta algo, comparte un fragmento de su historia.
Para Jo Salas, co-creadora de la técnica, parte de la eficacia curativa de este tipo de teatro se debe a reconocer que en el ser humano hay una necesidad intrínseca de contarnos nuestras historias y ese impulso vital tiene un lugar central en este dispositivo. En esta propuesta se invita a sentir, a decir, a escuchar y a ver. Se amplifican los sentidos para que nos sumerjamos en un mundo creativo, poético, teatral y por sobre todas las cosas, humano. El hilo que va dando puntadas a la trama que se teje está en la voz de los que narran, y ellos –los narradores- emergen del colectivo-espectador que asiste a la obra.
Recuerdo la primera vez que fui narradora en una función de la Compañía El Pasaje, en Córdoba. Hablar en público implicaba taquicardia, risa nerviosa, y demás síntomas de timidez frente a la exposición. Pero dejé nacer ese impulso vital y conté que durante la tarde estaba dormitando sobre una reposera en un recreo del taller intensivo de teatro y de repente me desperté sobresaltada pegué un salto como si hubiera sucedido algo y cuando estaba casi de pie miré a mi alrededor pero todo seguía en calma, sorprendida volví a acomodarme en la reposera. Lo conté y una parte de mí –la que critica- juzgó mi relato como efímero, común y falto de profundidad. Hace poco recordé ese momento que siempre viví con extrañeza y por primera vez lo sentí como un despertar. Estaba despertando al teatro y al mundo creativo.


Devenir narrador, como dar un paso y animarse a llevar a cabo la tarea de decir. 
Para descubrirnos. 
Para encontrarnos. 
Para sorprendernos. 
Para crearnos.

Publicado en "El semejante" / Julio 2013