Muchas veces abrimos lo que
nos pasa con el objetivo de compartirlo pero sin pensar que en ese momento lo
que sentimos se puede ver transformado, reparado o iluminado. Cuando el relato
-de una sensación o de una historia- lo tenemos en la mente y/o en el cuerpo
tiene un aspecto y cuando la sacamos para afuera, muchas veces se modifica,
toma otras formas, otro vuelo. Como cuando tenemos en la mente ese vestido que
era tan divino y que nos quedaba tan bien y de repente lo buscamos en el ropero
-porque hace rato que no lo usamos- y nos encontramos con un vestido
completamente distinto al que recordábamos, más chico, quizá más gastado y
también puede pasar que nos quede mucho mejor ahora que antes. Lo cierto es que
nos damos cuenta de esas diferencias porque lo fuimos a buscar y pudimos contrastar
esa imagen mental que teníamos con la realidad de la ropa.
Es un ejemplo trivial y sin
embargo, con el teatro espontáneo sucede algo parecido, ponemos en palabras
nuestras sensaciones, luego las vemos representadas y ¡Zas! Caen velos, algo se
descubre y se ve transformado eso que sentíamos.
Hace poco pedí ver una
sensación “desde que nació Eva [mi hija] me
pasa que por la noche hay mucho más movimiento y suceden muchas más cosas que
las que pasaban antes, jamás me despertaba en toda la noche. Ahora me levanto
varias veces, voy a la cama de ella, ella se pasa a la mía, voy al baño, paso
por la cocina, etc”
En este caso durante el relato
y su versión teatral, algo pulsó en mi interior y se empezó a abrir. Me vino la
idea que la noche podía ser lo inconsciente, eso que está oscurecido para la
conciencia y que a partir de un acontecimiento [como la maternidad] se mueve y resignifica
el mundo. No lo pienso con ánimo de interpretación psicoanalítica sino como vía
de acceso a nosotros mismos. Darme cuenta que ahora hay más espacios mentales y
de la realidad en los que participo. Cuando levanté la mano para compartir mi
sensación solamente pensé en lo que siempre escuchaba decir respecto de cómo te
cambia el sueño (y la vida) tener un hijo y sin anticiparlo me encontré a su
vez con el reconocimiento de nuevos territorios que hoy conforman mi realidad.
Sacar una sensación al mundo
como parte de un relatarse a uno mismo su propia historia actualizándola. Sacarla
al mundo, como tomar contacto con el universo humano y con el mundo de los
otros. Mostrarnos al mundo, en el mundo, a través del mundo y su complejidad.
Publicado en "El semejante" / octubre 2013