Cuántas veces tenemos creencias
que se van modificando a lo largo del tiempo. ¿Qué fue lo que cambió? Me animo
a responder que la mayoría de las veces nuestra perspectiva cambió y eso hizo
que el mundo, nuestro mundo, cambiara y fuera más grande, más vasto, más
amplio, más profundo, y también… todo eso junto.
Pedir ver una sensación en
teatro espontáneo es pedir vernos a nosotros mismos, creándose en la magia
teatral la oportunidad para descubrir algo que somos o que desconocemos y también para ampliar nuestro
mundo. Hay muchas maneras de mirarse, está quien se mira para aprender,
descubrir, conocer y está quién gusta de mirarse, que busca confirmar lo que ya
sabe, o hace gala de su belleza. Distintas posibilidades que van delineando
nuestro modo de ser.
Lo curioso de este espejo poético es que tiene vida propia. Uno pide ver una
sensación y si bien el propósito se logra cuando la persona ve algo de sí en la
representación… no obstante… la representación es construida por personas como uno,
con sus vidas, sus improntas, sus bagajes, sus modos de escucha y que sin
cocción previa producen una recreación improvisada de la sensación relatada por
el narrador.
La propuesta es más que
interesante y misteriosa, lanzar un relato al espejo y esperar vernos ahí a
través de otros. Soy testigo de la potencia que logra en infinitas
oportunidades. Es impactante y conmovedor encontrarse en ese reflejo teatral y
recuperar experiencias vividas. Se logra una nueva vivencia con perfume
histórico. Ojalá siempre fuera así… pero… también es cierto que no siempre
refleja lo que esperamos ver, no siempre hace lo que imaginamos, contamos algo
y la imagen que se produce ilumina aspectos que para nosotros fueron
secundarios, o pensamos que la escena comenzará y se desarrollará de tal o cual
manera y sin embargo los actores arman un nuevo relato estético. En este
sentido es una sorpresa revivir ese momento y advertir nuevos focos de luz.
Otras veces, puede suceder que
el espejo produzca una imagen que no se parece en nada a nosotros, y me tiento
por agregar que no se parece en nada a la idea que tenemos de nosotros. No
descarto que el grupo de actores distorsione el relato por motivos particulares
como ser esas veces que a uno o varios actores les toca tan de cerca el relato
del narrador que actúan su propia versión de lo contado.
Un abanico de posibilidades
hecho de un arte escénico que multiplica miradas, relatos, sentidos. Que
escribe con una mano múltiple y colectiva.
Que produce reflejos con vida que invita a mirarnos.
Publicado en "El semejante" / Septiembre 2013