Qué es lo que no se puede
escribir, lo que nuestras ideas tapan cuando nos sentamos frente a la
computadora? Qué cosas son las que evitamos hacer, cuando damos vueltas y en
lugar de ponernos a hacer lo que sabemos que tenemos que hacer nos distraemos
con cualquier otra cosa. Cuáles las cosas que hacemos para evadir esas que nos
llaman, que nos esperan y nosotros no queremos saber nada. Hace unos meses
escribí sobre la angustia como un sentir incómodo y absolutamente necesario
cuando vamos transitando un camino que tiene que ver con alguna verdad propia,
interna, un camino verdadero. Hoy acuden a mi ventana ideas ligadas al miedo, a
los temores que siempre están revoloteando nuestra vida y nuestras decisiones.
Mucho se escribe sobre el
miedo y me animo a decir que todos sabemos qué es sentir miedo… sin embargo
está ahí… acechando, oculto en los olvidos, detrás de las cortinas de nuestro
deseo, listo para emerger siempre que puede.
Y me pregunto qué forma tiene
el miedo? Qué formas cobra nuestro miedo? Cómo hacer para distinguirlo porque
aunque no parezca no siempre está tan a la vista, a veces hace falta sacar
capas y capas de ruido, de acelere, de vorágine para advertir que una parte de
nuestro ser está agachado y muerto de miedo frente al propio deseo. Sí,
escucharon bien (digo leyeron bien)
muchas veces el miedo aflora cuando tenemos éxito, cuando eso que tanto
ansiamos está sucediendo. Y entonces cuando estamos ahí, cara a cara con lo
que anhelamos el miedo toma una forma particular, porque no se trata de
cobardía sino que es un miedo que nos anuncia que estamos a punto de dar un
salto cualitativo en nuestro universo conocido, estamos por ampliar nuestro
campo de acción y entrando en un capítulo inédito de nuestra vida.
Se me ocurre imaginar un
escenario con el miedo en relación al deseo, como si un grupo de personas
actuaran miedos y otro grupo actuara deseos, y ambos grupos dialogaran,
interactuaran… qué pasaría? Qué haría el miedo, los miedos? Qué harían los
deseos. Si le agregamos a ese cuadro dinámico un personaje que sintiera miedo
frente a un ofrecimiento laboral que se hace realidad… múltiples posibilidades
se abren en un espacio dramático y espontáneo, en un espacio creativo que nos
ayuda a imaginar, a encarnar, a ver.
De esto se trata el teatro
espontáneo. De mostrarnos a nosotros mismos lo que nos pasa, lo que sentimos,
lo que estamos atravesando, sea para uno mismo, un grupo, una comunidad, un
colectivo.
Transitar los miedos. Crecer.
Dar el salto.
Nota publicada en El Semejante / Julio 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario