martes, 11 de junio de 2013

El actor en el Teatro Espontáneo

Pienso en los distintos elementos que componen el teatro espontáneo y detengo la mirada en el rol de actor. Actuar historias que narran otras personas. Se trata en principio sólo de eso, actuar roles, emociones, relatos, escenas que otros relatan, en vivo y en directo, pero ¿Cómo hago si no estudié actuación? ¿Dónde se aprende?

Improviso un juego, formular distintas preguntas acerca del rol de actor, algunas que me hice en estos años, que hacen mis alumnos, que hacen los que participan de una función y luego proponer respuestas, todas ellas relativas y a la vez no tanto, que fui encontrando en mi experiencia y en el intercambio con otros;  un coro de voces que piden ser escuchadas, escritas y comunicadas.

¿Cómo me formo para ser actor de teatro espontaneo? ¿Qué hay que estudiar?  ¿Cómo hacen los actores para representar una historia justo después de escucharla? ¿Está todo armado previamente? ¿Cómo se organizan para no pisarse? ¿Cómo hacen para emocionar así, tan hondo? ¿Y si me eligen para un rol que no me gusta?  ¿Cómo se logra espontaneidad sin caer en el cliché? ¿Ser espontáneo es hacer lo que me de la gana?

El actor en Teatro Espontáneo pone el cuerpo en la escena. Se afecta de lo que acontece y lo expresa. A partir de las palabras crea imágenes, formas. Es como una escultura que se deja tallar por el narrador. Funciona como canal. Pone de relieve. Genera climas, da lugar a que las historias dialoguen. Las técnicas y recursos dramáticos son útiles sin embargo más que estudiar se trata de pasar por la experiencia, conocer la actuación desde la vivencia. Muchas veces se empieza jugando. Sin exigencias ni pretensiones, a partir de posibilidades expresivas. 


Actuar es un modo de brindarse al otro, de servirle. Es decirle al narrador y  los que observan, te ofrezco lo que tengo para dar, esta escultura o escena que creo con otros para que puedas mirarte y ver lo bello que Sos, y también puedas ver tus sombras, tus partes oscuras. Que puedas ver aspectos de una situación dolorosa que alivia cuando se la ve fuera de uno. Que puedas sentir la escena como una caricia honda, que te sientas abrigado por el espacio dramático, por el auditorio como un gran abrazo colectivo. Y a la vez, en eso que se da al otro el actor se enriquece porque también entra en contacto con sus personajes, con sus clichés. Como si un actor nos dijera al oído: Me ofrezco para que te mires en mi reflejo y a la vez me ayudes a verme.

Publicado en "El semejante" / Junio 2013

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