“¿El poema existe antes de ser escrito? ¿La idea existe antes de que la
conozcan?
(…) ¿Adónde vamos a escuchar la música que nadie ha oído todavía?
Hay
un lugar en nuestro cuerpo al que podemos acudir y escuchar.
Si vamos allá y
guardamos silencio, podremos extraer la música.”
(Stephen Nachmanovitch, 2004)
Aparecen diversas preguntas
que suenan en mi mente ¿Existen esas narraciones antes de ser referidas? ¿Dónde
estaban esos decires antes de ser dichos? En una sensación, ¿Lo relatado es
igual a la imagen que evoca? ¿Hay un solo cuento acerca de una historia? ¿Hay
una historia sola en cada narración? ¿Siempre que se cuenta muta el relato? ¿Tienen
vida?
Con las manos llenas de
semillas lanzo la siembra al viento y hago rodar las preguntas para aventurar
algunas respuestas como luces en el camino. Intuyo rutas posibles. Pienso que los
relatos antes de ser contados son como el río que fluye, como la luz que emana
de las estrellas, como la sonrisa del bebé que nació hace poquito. Son
vivencia, circunstancia, reflexión, anécdota. Se alojan en el cuerpo, en la
idea, en el corazón. Andan revoloteando como pequeñas campanitas alrededor de
nosotros y se insinúan entre los sentidos -hasta parecen chistarnos a veces-. Son
gérmenes, semillas, supuestos, carne, sueño. El caldo de la sopa, lo
que aún no existe pero está sucediendo, partes de uno mismo en la
inconsciencia del ser. Están ahí haciendo
cuerpo a la vera de la razón.
A veces uno puede detenerse a
mirar y advertir la presencia inminente de relatos que brotan de la piel, de
los ojos, de la cabeza de las personas. Otras veces me quedo con la sensación
que la gente ni se da cuenta de la cantidad de relatos que llevan puestos,
esperando la ocasión. Narrar, relatar, contar, ficcionar, decir, hablar,
charlar son distintos modos de decirnos acerca de nosotros mismos, de
iluminarnos. Los seres humanos estamos hechos
de relatos, que nos historizan, que hacen cuento nuestra vida. En mi caso tengo
muchos relatos en el punto en el que aún son puro cuerpo, sensación innominable
que pervive ahí, justo en el límite de la palabra y la voz, como pura vibración
y cuando respiro siento su presencia.
Hola Verónica, muy interesante. Yo quiero pensar que en mí aún existen muchas cosas por expresar, emociones que aún ni siquiera conozco y que están calladas detrás de los limites y los miedos.
ResponderEliminarUn abrazo desde España
Hola Amaia! claro que sí... coincido con tu parecer. Abrazo grande
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