martes, 22 de noviembre de 2011

El primer paso

A veces me pregunto cómo dar el primer paso.
Cómo arrancar, comenzar, iniciar, empezar. Busco modos orgánicos, modos impuestos, copio modos de otros, busco dentro, miro afuera.
Escucho. Siento.
Hay un instante de vacilación y rápidamente una distracción. Hay un inicio que se insinúa, vago, tímido, callado. No lo registro. No lo entiendo. Es casi imperceptible que lo paso por alto.
Me vuelvo a conectar, con el fuego, con lo interno. Interrumpe la cabeza, maquina, elucubra, va y viene sin cesar. Tomo aire, quisiera enlentecer mi vertiginosa mente que no para y no me deja comenzar. ¿Comenzar qué? Un trabajo, a desarrollar una idea, a escribir un texto, a darle forma a lo que está deseando expresarse dentro de mí y que ya es hora que emerja de las sombras inconscientes y se manifieste en la luz, y SEA.
La mente ahora es un eco de radio que permanece pero ya no es la voz primera que escucho dentro. Además hay música, las melodías acompañan mis intuiciones, danzan. Pienso en el agua de mi carta natal y en la escasez del elemento tierra. ¿Tendrá que ver con eso? –me pregunto-.
Divago en cada instante que detengo mi marcha. En cada divague miles de imágenes. Un mar de imágenes, de movimientos que está ahí, tan cerquita.
Vuelvo a la página y parece que pasaron días. Fue sólo un instante inconsciente. Nuevamente me conecto. Escribo con fluidez hasta la próxima interrupción. Mi mundo interno abre un caudal de sensaciones capaz de poblar escenas futuras.
Doy por sentado que a todos les pasa lo mismo, que a cada uno su mundo interior plagado de imágenes lo llama, le juega, le propone direcciones inciertas para descubrirse aún más.
Así doy mi primer paso.
Así abro mi puerta.
Cada vez.
A veces me pierdo.
A veces me vuelvo a encontrar.
A veces también escribo.

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